Amparo salió del trabajo un poco tarde por una reunión con sus jefes. Estaba estresada porque en menos de media hora tenía una cena con su pareja.
Entonces, al ver que el tiempo de llegada se iba acabando, empezó a subir la velocidad y a pasarse los semáforos en amarillo sin ser consciente de los riesgos.
En una de esas aceleradas de semáforo en amarillo, una persona pasó corriendo la calle y Amparo la impactó.
Luego del shock del atropellamiento, Amparo y los transeúntes que iban por el lugar alertaron a las autoridades de tránsito, de emergencia y a la compañía de seguros que cobijaba al vehículo.
El papá de Amparo siempre lo aconsejó sobre la importancia de estar asegurado ya que conducir se considera una actividad peligrosa y los siniestros pueden suceder.
Los equipos de emergencia transportaron al lesionado al hospital más cercano, las autoridades realizaron el respectivo informe de tránsito y la compañía de seguros le prestó a Amparo la asesoría jurídica durante esos momentos angustiosos.
Lamentablemente, luego de una semana, la víctima fallece. La investigación del siniestro avanza y un juez determina que Amparo es el responsable por lo que es condenada a indemnizar a la familia de la víctima por los daños que se derivan por la pérdida de la vida.
Afortunadamente, al estar el vehículo asegurado y contar con la cobertura de responsabilidad civil extracontractual, la compañía pagó la indemnización en exceso de los valores que cubre el SOAT (ambulancia, servicios médicos y muerte) y acompañó en el proceso jurídico (civil y penal) a Amparo.
A su vez, Amparo no tuvo que pagar nada pues fue la aseguradora la que respondió.